Érase una vez el granjero Aperribay que compró una vaca a otro granjero (las malas lenguas dicen que se la apropió). La vaca estaba escuchimizada, flaca y con mala salud. El anterior granjero quiso alimentar y curar a la vaca, pero los poderes fácticos de la región no aceptaban su dinero y no pudo hacer nada.
Con el granjero Aperribay la vaca engordó y su estado de salud mejoró. Mejoró tanto que sus músculos eran ya de 1ªA categoría e incluso fue seleccionada para concursos de belleza a nivel europeo. Pero incomprensiblemente, a medida que los concursos se acercaban, el granjero Aperribay descuidaba la vaca e incluso le privaba de los mejores pastos. Los campesinos de la zona no se lo explicaban e incluso dudaban de la idoneidad de mantener al capataz Loren y al aprendiz Eusebio, ya que la vaca sufría unas variaciones de salud inexplicables y su aspecto ya era lamentable.
Algunos campesinos se acercaron a pedir explicaciones, porque querían a la vaca, pero Aperribay salió al balcón para explicar que la vaca era suya y haría con ella lo que quisiera. El 98,3% de los campesinos, aun sintiendo pena por la vaca, prefirió quedarse en casa y dejar de preocuparse por cosas que por las que ya no podían hacer nada.