Construyeron un barco. Le pusieron un nombre mitológico. Dijeron que era insumergible. Creyeron que nunca se hundiría. Navegaban con prepotencia. Los demás barcos eran más pequeños, diminutos... menos importantes que ellos. El capitán se jactaba de su tripulación, desde el puente de mando. Reía y reía. Le temblaba la papada. Sus marineros eran diferentes, especiales... únicos... Algunos de ellos contratados de otros barcos a golpe de talonario.
Cuando chocaron con el iceberg no fueron conscientes de la tragedia. La orquesta tocaba. El barco se hundía. Tal era su soberbia. Para cuando se dieron cuenta del peligro no había nada que hacer. El capitán comenzó a llorar. Esta vez lo que le temblaba era el pulso.
...Y el TITANIC cayó en los brazos de NEPTUNO.
Ayer programaron esta película en lugar de GOL FESTA. O al menos eso es lo que se veía desde mi televisor.