por Vikingo bat (Legekua) el Dom Nov 28, 2004 6:01 pm
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Ecoparques virtuales
IÑAKI ERAUSKIN/GERENTE DE LA MANCOMUNIDAD SASIETA
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La gestión de los residuos urbanos en Gipuzkoa viene siendo objeto de un importante debate, focalizado sobre todo en la convenencia o no de la incineración y sus detractores señalan con admiración la gestión de residuos en lugares como A Coruña, la entidad metropolitana de Barcelona o Córdoba, donde se nos presenta a los llamados «ecoparques» como alternativa a la incineración, por ser más ecológicos y más económicos. Quienes de-fienden estas instalaciones aseguran que con ellos se pueden alcanzar cotas de reciclaje muy elevadas, por encima incluso del 60%. Se trata de plantas que, a primera vista, pueden resultar novedosas e incluso prodigiosas, con un nombre, ecoparques, ciertamente atractivo y muy poco sospechoso. Aunque ahora ya nadie lo recuerda, este tipo de instalaciones ya fueron analizadas durante la discusión y redacción del Plan Integral de Gipuzkoa donde se les llamaba «plantas de pretratamiento mecánico-biológico». Incluso hoy, muchos desconocen que formaron parte de nada menos que de 4 de las 7 alternativas propuestas por el Plan, pero finalmente no fueron tomadas en consideración por su pobre recuperación de materiales y de energía y por su elevado nivel de rechazo, lo que obligaba a disponer o bien de una incineradora o en su defecto de un amplio vertedero de cola. En Europa, este tipo de plantas se utilizan fundamentalmente como tratamiento de estabilización de los residuos previo a su vertido o bien como preparación de un combustible para su posterior incineración. En España sin embargo, su promoción se viene asociando sobre todo con la obtención de una elevada cantidad de productos finales valiosos (compost, vidrio, papel, chatarra... etc.) y en menor medida, de electricidad.
No hace mucho, la propia ministra de Medio Ambiente ha ensalzado la gestión de residuos del ecoparque de A Coruña. Para los que venimos siguiendo su funcionamiento, estos halagos causan perplejidad. La planta de A Coruña viene padeciendo graves problemas desde su inauguración. En las hemerotecas de los diarios de Galicia se pueden encontrar numerosas noticias relacionadas con las repetidas quejas vecinales provocadas por la emanación de olores de esta planta. Amén de los olores, la ministra probablemente desconocerá también la explosión, en junio de 2001, de uno de sus cuatro digestores.
En el caso del Ecoparque de Medina Sidonia, en Cádiz, la asociación Ecologistas en Acción calificaba recientemente su situación como «dantesca». Este ecoparque, inaugurado hace escasamente 3 años, no ha superado sus problemas de funcionamiento y se encuentra totalmente paralizado. El vertedero que estaba destinado a los rechazos, en vez de recibir el 18% de las basuras previsto (35.000 Tm/año) está soportando más de un cuarto de millón de toneladas al año. Una experiencia que se anunciaba como pionera e innovadora de reciclaje de residuos municipales, con un «aprovechamiento casi total de los mismos», se ha convertido en un escandaloso fiasco tras una inversión de 5.081 millones de pesetas. En Córdoba, de las 183.500 Tm de residuos urbanos y asimilables generadas en el 2003, un 19% se destinó a reciclaje y a la obtención de compost y un 81% finalizó en el vertedero.
El área metropolitana de Barcelona merece especial atención. En ella viven 3 millones de habitantes y cuenta con un Plan de Gestión de Residuos que prevé destinar un 60% de los residuos a reciclaje, compostaje y metanización, un 33% a incineración con recuperación de energía y un 7% a vertede-ro. El cumplimiento de los objetivos del Plan depende en buena medida de los tres Ecoparc previstos. El primero está en funcionamiento en Barcelona, el segundo, en fase de pruebas y el tercero en construcción.
Pero, ¿qué es un ecoparque?. Es un gran complejo de tratamiento que mayoritariamente recibe la basura mezclada sin seleccionar depositada en el contenedor ordina-rio. De esta basura se separa la materia orgánica que contiene y se fermenta anaero- biamente en unos grandes digestores obteniendose un biogás rico en metano con el que se genera electricidad. Este proceso se conoce como biometanización y genera un rechazo orgánico llamado «biorresiduo estabilizado» cuyo destino es el vertedero. Con la materia restante no biodegradable de la basura se efectúa una selección de materiales para reciclaje.
Pero en los ecoparques la realidad dista mucho de la publicidad. El balance del Ecoparc-1 de Barcelona no puede resultar más desalentador. De las 214.732 Tm recibidas en el 2003, únicamente se obtuvieron 5.649 Tm. de compost y 1.857 Tm de papel-cartón, vidrio, plásticos y metales (es decir, en total un 3,5% en peso respecto al material de entrada). El Ecoparc-1 además generó unos escasos 6,2 millones de kwh, tan solo el doble que una pequeña planta de aprovechamiento de biogás como la existente en el vertedero Sasieta, que recibe cuatro veces menos residuos que el Ecoparc-1. El Plan Metropolitano de Barcelona se encuentra en estos momentos en un callejón sin salida que sólo se reconoce a nivel privado. A día de hoy, no hay una alternativa al inminente cierre del vertedero del Garraf previsto para el 2.006 (891.907 Tm vertidas en el 2003). Y eso que se incineran casi 407.000 toneladas de las 1.611.000 toneladas generadas. En la Memoria del 2003 que la Agencia Metropolitana de Residuos publicará próximamente, se reconoce por primera vez que la tasa de «recogida selectiva» del 32,72% alcanzada en el año 2003, se corresponde en realidad con una «valorización real» del 19,22%. Este demoledor dato viene a reconocer de forma implícita el fuerte nivel de rechazo de los Ecoparques.
Los ecoparques, pues, no constituyen ninguna caja mágica que elimina la necesidad de tratamiento final de los residuos. Los re-chazos del proceso tienen que ser irremisiblemente vertidos o incinerados. Ése es el verdadero debate. Las empresas que construyen ecoparques y que encandilan a plataformas ciudadanas y juegan con las ilusiones de muchos ecologistas de buena fe -entre los que me incluyo- miran a otro lado cuando se les pregunta qué hacer con las montañas de rechazos y de compost contaminado producidas en estas instalaciones. A veces, se atreven a sugerir su depósito en vertederos rebautizados con nombres tan sutiles como «vaso transitorio de rechazos» o «depósito de almacenamiento temporal» hasta su «futuro aprovechamiento».
Sin embargo, el hecho de cuestionar este tipo de instalaciones no debería significar el abandono a su suerte de la materia orgánica contenida en los residuos municipales, por lo debería reclamarse en Gipuzkoa una apuesta decidida para aprovechar esta fracción en forma de compost, pero eso sí, una apuesta basada en la calidad, a partir de una recogida selectiva en origen y utilizando un reducido número de plantas de compostaje de pequeño tamaño. Para este viaje no nos hacen falta costosos ecoparques. Gipuzkoa no puede permitirse el lujo de repetir experimentos ya fracasados ni pasar de las montañas de basura de nuestros actuales vertederos a montañas de «biorresiduos y rechazos» que no tienen salida. Con estas premisas, a medio-largo plazo, nuestro modelo, el guipuzcoano, no sólo va a garantizar su continuidad y supervivencia, sino que va a proporcionar mejores resultados cuantitativos y cualitativos que otros que se nos presentan como la octava maravilla. Y si no, tiempo al tiempo.