por tin el Mié Dic 09, 2015 6:12 pm
Manolete, amigo Rioja, fué y es un inmenso personaje de la historia de España y por supuesto, del toreo. No en vano, se le considera el IV califa del toreo. El toreo, inicialmente, fue principalmente sevillano y rondeño. Sevillano fué el legendario Pepe-Hillo y rondeño el propio Pedro Romero. Pero Córdoba, la sultana, no podía quedarse atrás. Cordobeses fueron Lagartijo, Guerrita, Machaquito y Manolete. Manolete, hijo y nieto de toreros, llevaba el toreo en la sangre. Su madre había sido esposa de dos afamados matadores de toros. Se pùede decir que lo llevaba en vena. Conoció a Guerrita, aunque no llegase a despertar demasiados entusiasmos en éste. Guerrita fué un personaje muy singular. Decía de sí mismo: Después de mí, Fuentes, y después de Fuentes, «naide». Como se hizo muy mayor, casi no salía de casa al final de su vida. Como recibía muchas visitas por un personaje legendario, su mujer le compró un batín de seda floreado para recibir en casa. Indignado por el batín de marras, Guerrita decía a los amigos: «Aquí me teneis, un macho como yo, sin salir de casa y encima vestido de marica». Murió en su querida Córdoba en 1942 y para entonces, Manolete ya comenzaba a ser una figura del toreo. Manolete confirmó la alternativa en Madrid el 12 de octubre de 1939 con un enorme éxito en un su último toro. Aquellas fechas eran horribles, dramáticas en Madrid. Desde la propia plaza de toros de Las Ventas se podían escuchar todas las mañanas, al amanecer, los disparos procedentes de los miles de ejecuciqueones que tenian lugar en el vecino cementerio del Este (hoy, de la Almudena). Todavía no se habia ejecutado a las trece rosas cuando Manolete tuvo que torear en Madrid y obtener su primer triunfo. Manolete fue, ante todo, el símbolo de que se podía salir adelante y triunfar en medio del horror de la mas dura postguerra. Una foto suya ante una paella en compañía de Arruza se publicó en toda la prensa española dando envidia a todos los españoles. Manolete toreó mucho y ganó mucho dinero. Se contaba que en su presentación en México habria cobrado un millón de pesetas en una corrida. Se decía de él que viajando se había acostumbrado al whisky escocés y según malas lenguas, incluso a la cocaína. Esto último no ha sido probado aunque se afirma en la famosa película que se ha hecho recientemente sobre él. Manolete, al parecer, era un hombre que exclusivamente hablaba de toros. Era lo único que verdaderamente le importaba: los toros y el toreo. Así lo dicen todos sus familiares y allegados. Ciertas leyendas sin base ni fundamento lo han querido hacer un gran franquista, aliado y comprometido con el régimen franquista. Esto no es cierto, como lo demuestra el hecho de que se entrevistase en sus viajes a América con dirigentes republicanos como Prieto y Negrín. Se consideraba español, ante todo español y no rechazaba nunca conocer e incluso intimar con otros españoles ya fuesen de izquierdas o lo que fuesen y así lo demostró siempre. Como torero era un gigante. Tenía un repertorio limitado, no era pródigo en expansiones ni florituras, pero lo que hacia era serio, impecable con un caracter y una seriedad únicas. Mataba a los toros lenta, despaciosamente. En una estocada así, lenta, le alcanzo mortalmente el miura Islero. La forma de ejecutar el pase natural, el pase de pecho, los ayudados por alto y por bajo, la verónica... con aquella seriedad espartana, con aquella figura hierática y erguida... son únicos en la historia del toreo. No tenía las facultades de un Joselito ni el temple de un Belmonte, pero superaba a ambos en la composición de la figura ante el toro y sobre todo en la avasalladora personalidad exclusiva con que ejecutaba las suertes. Supersticioso, llego a obsesionarse porque veia a un espectador vestido de gris que le seguía a todas las plazas y nunca se inmutaba, ni en la ovación ni en la bronca. Permanecía impasible, estático, como él mismo era. Quiso saber quien era aquel misterioso espectador vestido de gris y envio gente a investigar, pero nunca pudo averiguar nada sobre él. La tarde en que murió en Linares, se cuenta que hubo un espectador que se pasó la tarde abroncándole y metiendose con él. Cuando agonizaba en el hospital el mismo espectador se coló en su habitación y comenzó a elogiarlo y llamarle «monstruo» hasta que lo obligaron a marcharse los allí presentes. Parece ser que este pelmazo no era el «hombre de gris» pues la indumentaria no coincidía pero es un símbolo de los personajes atravesados que tanto pululan por el mundo del toro.
En la época de mayor hambre y dolor de España apareció un Manolete que hoy sigue siendo considerado como el mejor torero de todos los tiempos. No sabemos si el mejor en los términos técnicos mas estrictos pero indudablemente, el de mayor personalidad. Es un misterio desde su cuna hasta su muerte.