por RiojArrieta el Sab Sep 16, 2017 8:34 pm
Rufo Salmón. Ya te lo he dicho alguna vez: eres un cansacuerpos, como se dice aquí en La Rioja.
Erre que erre y sostenerla y no enmendarla.
Yo, como dice Jacques de sí mismo (gracias, Jacques, por tu aprecio y tu valoración, excesiva sin ninguna duda; sabes que te correspondo con iguales aprecio y valoración), igualmente confieso de mí mismo que no tengo seguridad absoluta, ni quizá relativa, respecto a la realidad del cambio climático debido a la acción humana.
Hace años tuve que preparar algo sobre los gases de efecto invernadero pero no soy experto en climatología. Y hace tiempo que no leo nada de ciencia seria sobre el tema.
Así que tienes que tener paciencia para yo reentrar en este asunto, leer los enlaces que pones, ¡menudo trabajo el que me endosas!, y poder responder con algún rigor. Lo malo es que ando con el culo a rastras por el tiempo.
Además ya te están contestando con fundamento y razones Infiltrado, Uriel y Jacques.
Hoy tengo un rato libre y aprovecho.
De entrada te diré cual es mi posición en la fecha de hoy.
Creo, puedo estar equivocado, que actualmente nadie con un mínimo de formación niega que hay un cambio climático. A nivel de memoria popular todos vemos que no llueve igual que hace años, que ni los fríos y calores son los mismos, ni las nieves, etc. Y parece que esta sensación popular de cambio climático está bastante extendida.
Parejamente, los estudiosos y técnicos del asunto, igualmente afirman, basados en los registros, que está ocurriendo un cambio en los si se tienen en cuenta los distintos parámetros que definen el tiempo/clima.
El problema y la controversia existe a la hora de contextualizar estos cambios dentro de una perspectiva histórica amplia y de situarlos en una relación causa-efecto con la actividad económica humana.
Parece ser que los elementos que constituyen el clima (temperatura, pluviosidad, vientos, presiones, etc) sufren naturalmente variaciones de índole periódica. Tales variaciones describen en las gráficas curvas a modo de ondas, con frecuencias y periodos determinados.
La dificultad para el análisis de los cambios observables es definir si un cambio determinado forma parte de un cambio natural, por ejemplo de periodo largo y baja frecuencia, o se trata de algo novedoso. Y si, siendo novedoso, cabe atribuirlo a la mano del hombre.
Hay un gran problema sobreañadido. Y es que los registros generales de parámetros a nivel terráqueo datan de hace poco tiempo. A lo sumo del siglo XIX los más antiguos, creo. Estoy hablando de memoria. Por ejemplo, los registros de la temperatura de las aguas de los mares y océanos se empezaron a recoger de forma controlada y estandarizada en el ¿siglo XIX?. Así pues, si pretendemos basarnos en los registros de parámetros para demostrar un cambio climático pocas garantías de acierto podremos alcanzar cuando se trate de cambios de baja frecuencia y periodo largo.
Otro asunto es si analizamos las variaciones climatológicas de los últimos 100-150 años, y las relacionamos con la actividad industrial de la humanidad con medios técnicos diversos de los la ciencia actual dispone.
Pero en cualquier caso, dadas todas estas dificultades genéricas, y sobre todo mías por mi limitado conocimiento del tema, te exponía una base de la cual parto hoy en día para valorar el tema.
Se trata de aplicar a la creencia/no creencia del cambio climático el mismo "procedimiento probabilístico" que Pascal aplicaba a otra antinomia: fe/ateismo.
Fue Pascal el gran impulsor de la matemática probabilística, además de un hombre de fe y un gran científico.
Partía Pascal de la base de que la fe en Dios es un requisito necesario para la salvación. Esto no era exáctamente así en el Pascal teólogo, pero vamos a partir de ello para redondear el argumento.
En la teoría de juegos, la ganancia está en relación con la esperanza matemática de modo que un jugador ganarà en relación a lo que apueste él, a lo que apuesten los demás, y a las proporciones entre esas cantidades y el montante total de la apuesta. Pascal introducía aquí un factor diferencial de la fe en Dios con los juegos de azar. En el "juego" de apostar por la fe en Dios, resultaba que, por muy pequeña que fuese la probabilidad de la existencia de Dios, la esperanza matemática, que es el producto de dicha probabilidad por la ganancia, da un resultado de Infinito, dado que la ganancia es la Salvación.
Sólo en el caso de que la probabilidad de la existencia de Dios fuera infinitamente pequeña, un infinitésimo, entonces podríamos tener un problema al obtener como resultado una esperanza matemática producto de dos infinitos antagónicos.
Pero tampoco esta situacion sería un argumento en contra de la apuesta, ya que el infinito la Salvación Eterna, el infinito elevado a infinito, es decir, Alef Infinito, el Infinito Absoluto, es de un orden infinitamente mayor que el hipotético infinitésimo de la probabilidad de la existencia de Dios, probabilidad que aún suponiéndola muy pequeña nunca será de grado absoluto, al ser éste un hecho de la materialidad del mundo, el cual tiene límites.
Es decir, si nos guiamos por la teoría del juego, debemos apostar lo máximo por esa posibilidad. Y la apuesta máxima es la fe profunda en Dios y lo que ello conlleve de vida y sacrificio, la cual conlleva la Salvación Eterna.
En la creencia/no creencia en el cambio climático debido a la acción del hombre, lo que está en juego, lo que se juega, es la persistencia de la Humanidad como tal. Es decir, se trata de un objetivo, si no supremo como la Salvación Eterna, sí de una importancia capital, obviamente.
Es decir, según la teoría de juegos, si, aunque no con absoluta seguridad, sí con suficiente probabilidad matemática de que la acción del hombre esté repercutiendo decisiva y catastróficamente en la evolución climatológica del planeta Tierra, está científica y humanamente justificado, el poner manos en pared y frenar todas aquellas actividades humanas "potencialmente" peligrosas.
Ahora comprenderás, Rufo, por qué utilizo la palabra "potencialmente".
Es que en este planteamiento no se necesita una seguridad absoluta; nos vale con un cálculo de probabilidad de la acción perniciosa del hombre suficientemente significativa.
Mi opinión es que, en el estado actual de los avances científicos y técnicos, es posible llegar a un consenso general en el mundo científico, sobre esa probabilidad matemática. Al menos de un intérvalo de la misma entre una cifra máxima y otra mínima. Me estoy refiriendo a la probabilidad de que la acción económica del hombre sobre la Tierra esté ocasionando realmente un cambio climático catastrófico.
A bote pronto, si esa probabilidad fuera de un orden superior al 5%, ello ya sería suficiente para tomar medidas drásticas. El futuro de la Humanidad lo exigiría.
O, si los poderes políticos no fueran o se sintieran capaces de asumir toda la responsabilidad, el problema es de la suficiente envergadura como para someterlo a un referendum, este referendum sí es fundamentado, a la población mundial. Y ello tras explicaciones exhaustivas a la gente de todos los pormenores técnicos del tema, así como de las ventajas e inconvenientes de las distintas medidas a tomar.
Todo esto, que parece tan obvio, a un animal como Trump le resbala y se la trae floja. Él lo que quiere es crecimiento económico hasta el infinito, no para el bien común sino para el propio bien de su cartera.
Su coartada moral, si es que la necesitase, que lo dudo, es el del liberalismo económico de libro: hay que comportarse de modo egoista ya que si eso es generalizado en una sociedad el resultado global es el progreso.
Por ello con gente como él en el máximo poder político sobre la faz de la Tierra la Humanidad nos encontramos en peligro de extinción.
Un saludo.