por jsalaberria el Mié Oct 15, 2014 9:39 am
Esto me llego hace poco. Parace que algun@s no se hacen muchas pajas mentales al respecto.
"Han pasado menos de cuatro meses desde que algunos de nosotros estuvimos aquí mismo celebrando las bodas de oro de los aitas. Fue un momento de fiesta, de compartir, de dar gracias. En definitiva; un momento de celebración.
Hoy, sin embargo, nos resulta muy difícil llegar asentir algo de eso. Me he preguntado a lo largo de estos días por el porqué de un modelo cultural que nos ha enseñado a vivir la muerte como tragedia; por el porqué de un modelo cultural que nos ha enseñado que la muerte únicamente se puede vivir como pérdida. Me sigo preguntando por el porqué de la pérdida de sentido no solo de la muerte sino de la dimensión celebrativa de la vida.
A lo largo de estas últimas semanas, la búsqueda de sentido a la cercana pérdida del aita ha sido constante y leí:
“La Esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido sin importar el resultado final”.
Dar sentido a la vida desde la Esperanza.
Pero hoy nos reúne la muerte del aita. Hace cuatro meses fue muy fácil hablar de dar sentido a la vida pero hoy nos desgarra la pregunta del porqué de la muerte.
• ¿Cómo dar respuesta a la soledad que nos espera?
• Cómo dar respuesta a la ausencia del aita?
• ¿Cómo dar respuesta al hecho de no llamarle – nere – al despertarse junto a él?
• ¿... de no prepararle el desayuno?
• ¿... de no prepararle la ropa?
• ¿... de no verle salsear en su cuarto de las herramientas?
• ¿... de no volver a escuchar ópera junto a él?
• ¿...de no volver a oirle decir con su inconfundible tono “¿Qué pasa, Kabi?” al llamar por teléfono?
• ¿... de no verle más cómo se le cae la baba con Telmo?
¿Cómo dar respuesta, hoy, ahora, en estas circunstancias en las que no sabemos dónde meternos por el dolor?
La ama, Adela, la tía Loli y la tía Marisa, los tíos, Ainhoa y Carlos, Miren y Javi, Isabel, todos los primos, Elena, yo y hasta Telmo a su manera lo tenemos claro:
La certidumbre de que el aita se ha ido en paz, de que nos hemos despedido a medida que poco a poco se iba; la certidumbre y alegría de que nos hemos acompañado mutuamente”
la marcha del aita me ha regalado redescubir a mi familia; me ha dado la oportunidad de agradecer la enorme dedicación de todos hacia los aitas. La marcha del aita nos ha removido en lo más hondo de nuestro ser y nos haga plantearnos muchas cosas. Creo que, en definitiva, la marcha del aita nos deja un poso que da pleno sentido a su pérdida.
Y os daréis cuenta de que no he hablado de Fe, de Trascendencia, ni de Resurrección, ni de Jesús y ni mucho menos de Iglesia o sacramentos. Todo esto es simple patrimonio de la opción creyente.
Solo intento hablaros de Vida, de sentido y de Esperanza y eso es lo que nos une a todos los que estamos aquí, más allá de nuestra opción de vida. Lo que nos une hoy aquí es algo mucho más profundamente humano; el respeto, el acompañamiento y el deseo de mitigar y consolar nuestro dolor como familia. Por eso estáis hoy aquí y es, por lo tanto, lo que da sentido al acontecimiento que nos reúne y que da respuesta a la pregunta inicial: En la muerte también hay celebración.
Sabéis que una de las pasiones del aita es su cuarto de herramientas. Su pasión por crear de la nada, por arreglar todo lo que le dábamos. El aita se daba así mismo de esa forma. Alguien me dijo el sábado: “El aita es un hombre de pocas palabras; es un hombre de hechos”.
Y es desde su cuarto de herramientas, entre martillazos, sierras y tornos y algún que otro improperio (sólo algún que otro) desde donde nos ha hablado tantas y tantas veces cada vez que nos arreglaba un juguete, una batidora o un molinillo o se inventaba una solución imposible para la bomba de la fuente del Nacimiento o, simplemente, construía la Txintxeta Vikinga!
Cada una de las herramientas de ese cuarto de las herramientas hasta el último de los tornillos para mi es signo del aita. Es signo de su vida. Y para la ama y para mí son sacramentos de vid porque vemos que Dios está en todo lo que el aita hizo y utilizó para hacer felices a los demás.
Por eso nos gustaría a la ama y a mí compartir con todos vosotros lo que fue el aita. Que cada juguete arreglado sea signo vivo de su vida, que cada apaño que hizo el aita sea vivo recuerdo de su entrega y que sea sacramento de vida para los que creéis en Dios.
Y para los demás, para los que nos acompañáis pero no habéis tenido el regalo de tener al aita en el día a día, simplemente recordad que el aita, más allá de su desgarradora ausencia, es Vida."
Agur aita; gero arte!
Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la ausencia de alternativas.
Zygmun Bauman.