por CiudadanaV el Vie Ene 05, 2007 2:28 am
La genética está demostrando que el 80% de la población actual de origen europeo es la descendiente de la que ya habitaba Europa en el Paleolítico. Esto es así también en toda la Península Ibérica.
Un genetista, Sykes, ha dado nombres personales a esas 7 abuelas de las que desciende la mayor parte de los europeos de hoy.
De Ursula, que nació de una nieta de “R” hace 45.000 años en Grecia, y cuyos hijos abundan hoy en el actual UK, Alemania y Escandinavia (aunque con descendientes en toda Europa y norte de África), desciende más del 11% de los europeos.
Las cuevas eran buenas como refugio pero el frío, y los desplazamientos de la caza, los haría bajar de las montañas. La caza en el verano debería abastecerlos también para el invierno. Para ganarle la carroña a las hienas se necesita un grupo de no menos de 5 personas.
Capturaban ranas en las orillas de los arroyos, o huevos entre las ramas y los matorrales, frutos secos, bayas, setas, raíces y tubérculos. En el verano cazaban liebres y ciervos, o caza mayor tras agotarlos en la persecución o hacerlos caer en trampas.
Una parturienta muerta significaba la muerte del nacido pues no se disponía de leche animal para criarlo. Los hijos se destetaban a los 3 ó 4 años lo que impedía a la madre gestar nuevas criaturas durante ese período al cabo del cual el pequeño ya podría valerse por sus piernas para desplazarse con sus mayores del grupo. Sólo tenían un objetivo, el de sobrevivir. Y lo hicieron, lo que no sucedió con su primo el Neanderthal.
De Xenia, que nació también de una “N” hace 25.000 años, al sur del Volga en el Cáucaso, proviene un 5% de los europeos.
En invierno la temperatura era de 20º bajo cero durante semanas enteras. Al mamut lanudo le acompañaban bisontes y renos, caballos y asnos salvajes. Las chozas o refugios, con la armazón de colmillos y huesos de mamuts, eran redondos de unos 3 m. de diámetro y cubiertos con capas de pieles de bisontes. Cuando faltaba la hojarasca y la madera, quemaban el hueso como combustible. Ya conocían las lanzas con punta de sílex que podían arrojar con lanzadores, instrumentos de madera que actuaban como una prolongación del brazo.
Camuflados por pieles de animales, acosaban durante semanas la caza que luego despellejaban y descuartizaban para su traslado al campamento a kilómetros de distancia, sin ruedas ni trineos. Los viejos, enfermos, débiles y heridos que no podían desplazarse en la persecución de animales hacia el norte, eran abandonados en el camino.
Practicaban la magia con venus de piedra o madera triangulares y de pechos y pubis exageradamente grandes que hincaban en la tierra para impulsarla a dar bayas y frutos con los que alimentarse. Su lenguaje estaba suficientemente desarrollado para poder transmitir información e intercambiar noticias. En el 1% de los casos de partos de gemelos se eliminaba al más pequeño, a no ser que hubiera en la horda una mujer lactante sin hijo al que amamantar. Partos, hierbas medicinales, la crianza y la muerte, así como la conservación del fuego, eran competencia de la mujer, en tanto que el macho se ocupaba de la caza.
El varón no presenciaba los partos, no importándole mucho que lo tuviera prohibido, ni tenía conocimiento de la relación entre cópula y parto.
Fueron los hijos de Xenia los que se adentraron en Asia y en América, mientras otros preferieron Europa Central, Francia y Gran Bretaña.
De Helena, que nació de “una HV” en el norte peninsular o la Dordoña, hace 20.000 años, la época más cruda de la glaciación, venimos el 45% de los europeos, a lo largo y extenso de todo el subcontinente. El glaciar llegaba a Berlín y Varsovia, el Báltico y el mar del Norte estaban permanentemente helados. Los témpanos de hielo del Atlántico se dejaban ver hasta en Burdeos. La tundra, fina capa de tierra y vegetación por encima del permafrost, se acercaba al Mediterráneo, y los grupos tenían que replegarse hasta los Alpes y los Pirineos.
La costa estaba a muchos kilómetros adentrada en el mar que conocemos en la actualidad. Inglaterra estaba unida a la Europa continental y Córcega y Cerdeña lo estaban a Italia. El oso de las cavernas era gigantesco. Con leznas, buriles, cuchillos de silex y raspadores trabajaban los huesos y astas, de los que diseñamos la aguja de coser.
Con las caras pintadas del blanco de la luna llena o de ocre rojo y el cuerpo de negro con el carbón de las hogueras, pintaron las paredes de las cavernas para apropiarse del espíritu de los animales que de este modo serían presa segura. La caza en pintura se traduciría en caza real por magia mimética o simpática.
De Velda, que nació también de “una HV” en Cantabria y sus hijos son mayoría en Europa Occidental, Noruega y entre los Saami de Finlandia, hace 17.000 años, procedemos el 5% de los europeos.
La vida animal y humana se había replegado a Ucrania, el sur de Francia, Italia y la península Ibérica. El nivel del mar era 100 m. más bajo que el actual. El bosque ocupaba el litoral. Los cazadores tenían que alejarse más tiempo de sus campamentos para abastecerlos de la carne de caza mayor.
Hace 17.000 años estábamos todavía en pleno período glaciar (el de Wurm, 20.000-10.000) y no crecían vides sino pinos, sauces y abedules. Podíamos pescar truchas, salmones y cangrejos y cazar ciervos o jabalíes. La caza mayor tenía lugar en la tundra que era entonces el norte de Europa continental, donde el Canal de La Mancha seguía sin estar cubierto de agua.
De Tara, nacida de una “R” en la Toscania del Mediterráneo, por aquella misma época del 17.000, procede el 10% de los europeos. Lo que no era montaña era bosque. No pintaron cuevas como los hijos de Helena y de Velda, pero fabricaban collares y caramillos con que acompañar los cantos y los bailes rituales. Descubrieron que el tronco ahuecado de árbol flotaba y les permitía navegar.
De Katrine, nacida de una nieta de Ürsula hace 15.000 años, en los Alpes y el valle del Po, desde Bolonia a Milán, desciende un 5% de los europeos. Venecia estaba a 150 km de la costa. El poco profundo Adriático era la mitad del mar que es ahora. Linces, lobos y osos les asediaban como ellos acosaban a los íbices y a las gamuzas. Un cachorro de lobo se dejó criar y decidió cambiar de entorno, del canino al del humano, de quien se hizo familiar, tras una transición en que compartieron los dos. Hace 8.000 años merecieron ser enterrados con sus amos.
De Jasmine, nacida de una “R” procedente del Oriente Medio hace 7 ú 8 mil años, tras 4.000 de deshielo, descendemos algo más del 15% de los europeos. El mar separó Arabia de Irán al entrar en la tierra para formar el golfo Pérsico y llegó hasta Venecia. Inundando el Bósforo llenó el mar Negro. En el mar del Norte se formó el canal de la Mancha. El puente de tierra de Bering se hundió bajo las aguas, y el continente de Sundalandia se desmembró entre Australia, Nueva Guinea, Malasia, Sumatra, Java y Borneo. El deshielo anegó las poblaciones costeras y quedó registrado en los mitos de todas las culturas como el Diluvio. Pues al coincidir con el surgimiento de los bosques iría probablemente acompañado de lluvias tremendas.
Una rama de nietas de Jasmine llegó a Escandinavia por los Balcanes y la otra a Gran Bretaña tras pasar por España y Portugal. Con ella también vino la información sobre la Revolución agrícola, que lanzó a la Humanidad, para bien o para mal, a lo que somos ahora en la actualidad. Ella fue la artífice de la primera parcela. Y del primer puré. Y del pan. El trigo domesticado se puso más gordo, dónde va a parar, que el asilvestrado. Y al sembrado acompañó la cabra. Y luego la oveja, y luego la vaca. El uro se convirtió en toro , y éste en buey, utilizándose su leche, su carne y su fuerza de tracción bajo el arado. A lo que se añadía una dieta adicional de pescados y moluscos.
Los que vivían desde siempre del pescado como en Dinamarca tardaron 1.000 años más que sus vecinos en adoptar la practica agrícola.
Al no tener que desplazarse, y suprimido el bloqueo hormonal de la ovulación durante la lactancia por la ingesta de hidratos de carbono, se redujo el distanciamiento entre partos y aumentó la población.
El cazador-recolector se alimentaba de la caza, la carroña, frutas silvestres, frutos secos y raíces, en un territorio de unos 10 km2, si pretendía sobrevivir. Con la agricultura se multiplicó por 50 la productividad de esa misma zona, evitando los desplazamientos estacionales, y concediéndonos tiempo libre para holgar y pensar. Tras la última glaciación con la agricultura se produjo una expansión hasta América y Nueva Guinea y un aumento de la población que se sigue multiplicando todavía. La convivencia con animales domésticos y la aglomeración de nuestra población conllevó epidemias como el sarampión, la tuberculosis y la viruela; los cerdos, patos y gallinas nos contagiaron la gripe, la tosferina y la malaria. El proceso continúa con el sida o la encefalopatía espungiforme bovina… No fue el agricultor de Medio Oriente el que colonizó al resto sino la idea de la agricultura la que se difundió hasta el último rincón de la Tierra. Así lo ha demostrado la genética.
Todos sus descendientes están hoy representados en diferentes porcentajes en toda Europa.
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.